Envidia. Siempre.

Siempre envidié a aquellos que se consideraban felices, que ya tenían la vida hecha, A aquellos que no tenían más que problemas leves, no más allá de no poderse comprar la sudadera que le gusta o el último disco de su cantante favorito. A aquellos que podían dormir por las noches, sin miedo a despertarse entre sudor y no atreverse a volver a cerrar los ojos. A aquellos que siempre tuvieron una moneda en su bolsillo y unos zapatos caros en su armario. A aquellos que no les importaba el mundo, ni las muertes, ni las penas. A aquellos que nunca supieron lo que es duro, lo que es doloroso, lo que se acaba perdiendo. A aquellos que tenían una sonrisa implantada en su hipócrita cara, y sus lágrimas son tan preciadas como el oro. A aquellos que no se ahogaron en su pasado, que tuvieron siempre algo a lo que aferrarse, algo que los ayudase, que siempre estuviera ahí. Siempre los envidié. Y los seguiré envidiando.

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