Vientos, espejos, realidades.

Y entonces me descubrí mirándome. Allí estaba yo, en pie, justo enfrente del espejo donde siempre te imaginaba.

Aire del oeste, rosas turbias. Huele a ti. Al aroma que despedí en un tren a las afueras. Con rumbo a quién sabe dónde. Hoy tu lado de la cama sigue hecho. Igual que siempre. Hoy preparé café para ti, acabaré bebiéndome dos tazas por mis malas costumbres. Como siempre. Miraré las plantas que plantamos en mayo del noventa y séis, cuando nos escapamos de la boda de tu hermana. Las regaré. Igual que siempre. Pero hoy a diferencia, será la última vez que lo haga. Me pasaré al té, con tal de no recordar el café. Dejaré las plantas, dejaré que mi cuerpo deshaga el lado izquierdo del colchón. Mañana será un nuevo día, sin que el olor a rosa me difumine la vista.
Y entonces me descubrí mirándome. Allí estaba yo, en pie, justo enfrente del andén dónde nunca imaginé volver para marcharme contigo.

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