Por favor, llámame Andorra.

Queridísimo P:

Purdy ha salido de la radio y ha tirado todas sus canciones por nuestra ventana. Te prometo que he intentado detenerle, pero se niega a admitir que sus canciones sean mi bucle constante. Supongo que si le importo a alguien, es a una persona que no me conoce. Que me ha salvado de todas las formas que se puede salvar a alguien. Y aún no lo sabe.

He empezado un curso de dibujo y pintura.

En la primera clase te enseñan a coger un lápiz para trazar las lineas más rectas. Vas a pensar que es ridículo, pero aún ese paso no lo domino. Me tiemblas tanto que mis rectas son la frontera entre España y Francia. Llámame Andorra. 
En la segunda clase te dicen que vocalices tu rabia. Sí, sí, Vocalizar, no focalizar. Te dan un folio en blanco y te dejan que lo pintes de negro a base de letras. Escribes una y otra vez sobre el folio. Una palabra, una frase. Una carta. Al final, el resultado, eres tú.
En la tercera clase te dan una paleta de colores y una espalda en blanco. Con tus lunares y mis arañazos. Te piden que pintes una mandarina. Yo dibujé el recorrido del Transiberiano entre los parámetros de tu espalda. Con cariño. Y me expulsaron de clase. 

Creo que el dibujo tampoco es lo mío.

Supongo que me quitaré los tacones y bajaré a la calle a recoger las canciones. No soporto ver desde mi ventana como la gente pasa al lado de ellas y hace amago de cogerlas. No soporto ver cómo el cielo se pone triste y empieza a llover, y tú te mojas. Te mojas sin mí. No lo soporto. Voy a bajar sin tacones.

Por favor, llámame Andorra...
pero llámame.

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