Para puentes y suicidas.

Siempre dije 'te quiero' por encima de mis posibilidades. Le decía te quiero al portero sólo para que me diese una copia de mis llaves. A día de hoy, tengo ya más de cien llaves iguales para abrir la misma puerta. Y es irónico, porque cambiaré la puerta y regalaré las llaves a niños soñadores. 'Esta llave abre una puerta en todo el mundo. Hay casi cien personas compitiendo contra ti. Nadie sabe lo que hay detrás. ¿Qué te parece si vas a buscarlo y me lo cuentas?' Porque hay maneras de lanzar una granada al aire, y hay maneras de hacer que la granada explote en tu mano y sentir amor fluyendo entre tu sangre.

Una vez probé eso de ser yo misma la granada. Me asomé tanto a un puente, que no sé si quizá fue él quién se asomó al mío. Me dejé una mano, dos litros y tres cuartos de lágrimas, y mis zapatillas verdes. La verdad que sólo mereció la pena por las vistas, tenía la ciudad a un segundo.

También probé a enamorarme. Lo busqué. Me sentaba en el mismo ventanal de la misma cafetería todos los lunes. Pedía el mismo café con los mismos azucarillos. A veces pedía dos, y me lo bebía en honor del chico que me lo servía. Tenía los ojos bonitos, y la forma de servir el café en mi taza hacía que pasara un tren de alta velocidad por mis piernas. Me gustaba llamarle Paul. Aunque no tenía ni idea de su nombre. El amor es idealizar tanto a una persona, que esa persona no existe. Me había enamorado de Paul y la forma de hablar francés que no tenía, y de su risa, y de su manera de bajar las escaleras. Me había enamorado de tal manera que, cuando oía su nombre, tenía cosquillas en los pies y me venía un olor a chicle, y a vainilla, y eso es amor.

Aunque amor son muchas cosas. Como una banda sonora, la luna cuando no está llena o los amaneceres. Los amaneceres son declaraciones de amor aunque no haya amor de por medio. Simplemente pasa, y entre las seis de la mañana y las ocho, el cielo se pone de tu lado y te hace feliz. Se mezcla tanto que en un segundo, el malva parece mandarina y el rosa ya es azul. En un amanecer sólo necesitas a una persona. Y yo, tenía a Paul tan cerca que podía confundir su olor a chicle con su olor a vainilla.

-Qué sabrá la gente de la lluvia si no te ha visto llorar... y dicen que besar bajo la lluvia es bonito...
Y entonces me miró a los ojos, y rozó sus labios en mi mejilla.
6:33 a.m, y puedo asegurar que era el puente más bonito del que se puede enamorar un suicida.

2 comentarios :

  1. "El amor es idealizar tanto a una persona, que esa persona no existe." Qué gran verdad. Me ha encantado el texto.

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  2. ¿Quizá el amor es eso, no? El sentir el olor a vainilla, chicle, o café cada mañana a la misma hora sobre la máquina de escribir. Puede ser.

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