Te supera, a cada segundo.

Durante aquellos días, no eras tú. Habías cambiado. Te parabas a mirar cualquier puesta de sol, a escuchar cualquier sonido de la naturaleza. Tú, justamente tú. La que nunca decía ser lo que ahora es. La que jamás reconocería un cambio. Y ahora estas ahí, dejando que el agua y el aire te muevan, sin poner resistencia alguna. Mientras tu pelo se humedece y tus mejillas toman color. Un color precioso; ese que hacía tiempo nadie veía en ti. Tú, precisamente tú. La que decía que nunca caería en la espiral del dolor. La que siempre esperaba que alguien le diera la razón; para sonreír triunfante. Te ves sola, inundaba de malos recuerdos, que te atraviesan el alma sin piedad. Dejas que las lágrimas se pierdan entre las gotas del cielo, entre las hojas caídas de los árboles. Dejas de ser tú, para convertirte en lo que jamás has querido ser. Una prisionera del amor.
 

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