Paraguas de sentimientos.

Dejemos de hacer homenajes a aquellos que no recuerdan el buen sabor de la vida.

Rojo. Rojo sangre, rojo sentimiento. El semáforo te impide pasar, el semáforo y los cientos de coches que te rodean en ese mismo instante. A tu derecha, un coche del que no sabes la marca, con un padre de familia riendo con sus hijos que cotorrean sin parar. Respiras. A tu izquierda, para una moto. Tiemblas. Una Harley 1200 frena y tú espalda se pone rígida bajo la blusa de color crema. Ojos azules, tatuajes, pelo rapado. Parpadeas. No es cierto. Esto no es real, y entonces pierdes. 

Todo se vuelve rosa, azul y mil colores que retumban en tu mente. Es marzo, de años atrás, cuando aún cogías la bicicleta por ser menor de edad. Llueve y alguien te ofrece ocultarte bajo su paraguas. 

Vuelves a la realidad. Todo sigue igual. Semáforo impidiendo a jóvenes disfrutar. No te mira, no te ha visto. Ya no respiras. No puedes.

De nuevo estas bajo el paraguas, riéndote con un chico que te resulta conocido, pero no recuerdas. Te roba tres besos, dos sonrisas y un sentimiento. Enloqueces entre sábanas de seda. Dinero, todo huele a corrupción.

Quieres gritarle que estas aquí, a su lado. Tan solo un cristal os separa y tú, no articulas palabra. Tu silencio muere. Semáforo en verde. Una moto acelera y se pierde entre las cientos de calles de la ciudad. Un corazón deja de latir entre sentimientos enlatados entre recuerdos de un marzo que nunca debió comenzar.