Olvida el pasado que te hunde.

Llamar 'pequeña' a la persona más grande de tu vida.

Hay veces en la vida, en que todo se resume a unos segundos de placer, de tristeza. De batallas interiores. Y cuando esos segundos terminan, el silencio se apodera de ti. No sabes qué hacer, ni que decir. Y te apalancas. No sigues, no avanzas. Eres un coche colgado y sin intermitentes. Estás perdido. Perdido con tus recuerdos, con tus esperanzas de que aquello vuelva. Pero no es así. Porque por alguna razón, el pasado ha decidido hacerte sufrir en tu futuro. Y justo en ese instante, ella entra en tu vida. De alguna forma, va sumando importancia en la sangre de tus venas, y automáticamente, encierras tu pasado en un baúl. En un baúl, y lanzas lejos la llave. Tan, tan lejos que confías en que jamás nadie la encuentre. Y te abres a ella como la persona que te gustaría haber sido. Con unos recuerdos bonitos de aquel beso robado por alguien equivocado, con un buen sabor de aquella zapatilla contra tu cabeza. Con esos labios finos, con ese tatuaje, con esa cicatriz que marcó una infancia que cuesta recordar. Y justo cuando te olvidas de quién eres, ella, precisamente ella, encuentra la llave que lanzaste un día cualquiera. Esa llave. Abre el baúl y recorre con la punta de sus dedos cada recuerdo polvoriento, cada pecado. Sientes como de nuevo, has perdido. Otra corriente de agua te ha bifurcado a tu camino en línea recta. Ella, los acaricia uno a uno, los redescubre. Y luego, sonríe. Te sonríe y llega el jodido invierno. Ese que tanto ansiabas. Ese que ya no será el mismo. Ya no coges la moto en la madrugada, ya no fumas esperando a que la luna te sonría. Ya no lo haces. Porque ella, ha enterrado la llave. Ha quemado esos recuerdos. Son cenizas. Y el frío viento del invierno, los ha volado. Los ha pegado a pieles que no son la tuya, que no son la suya. Y luego, ella sonríe. Y sin darte cuenta, tú también sonríes.