Por si ves que no.

Queridísimo P:

Hoy también te escribo con Joe Purdy de fondo. Lo siento si te molesta que la banda sonora de tu vida, también sea la de la mía. Lo siento, pero una vez dijimos que lo tuyo era nuestro y lo mío, mío. Me vale como excusa pensar que nunca voy a tener que explicártelo.

Me he mudado de piso.

Quería decírtelo por si vuelves y ves que no. Por si al abrir la puerta ves que han cambiado nuestra vida por una mucho peor. Posiblemente sin nuestros gritos, sin nuestras fotos cerca de la radio. Por si al asomarte ves que eso no es Siberia, que aquello no arde como un cigarro. Por si ves que no. 

Creo que ahora las cortinas no las usan para revolcarse entre ellas por el suelo. 

Ahora vivo en uno mucho más pequeño. Con cama para uno en vez de para dos. Tiene casi todas las ventanas a una zona donde las calles no se ponen nunca. Siempre están descalzas y raspan solo de mirarlas. Y las farolas ya ni se funden, nadie querría luz parar ver esto. Aunque igual tú sí; es tan bonito que duele.

Ahora tengo una gata con nombre de licor mejicano. No sé si te acordarás de la primera vez que nos vimos. Acabamos bañándonos en Kahlúa dentro de un vaso vacío. A veces se sube a mi cama y ronronea. Tiene los ojos tan azules como los tuyos. Pero tranquilo, que aún no he encontrado unos ojos que te hagan competencia.

Ayer, antes de irme a quedarme despierta por la noche, estuve pensando cuánto odio puedo mandarte en estas cartas. Si lo puedo medir en kilos o en litros. Y si es lo segundo, si lleva mucho alcohol. Porque igual decido emborracharme hasta que mi cabeza y mis letras no sepan a quién escribo. 

A ti, P...,
o a todas esas veces que nos hundimos para salvarnos los inviernos.






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