Cartas jamás enviadas.

Cartas a Febrero, rociadas con delicadas gotas de caro perfume. 
Cartas escritas, y quemadas. Allí donde una vez estuvo su firma, hoy son cenizas. Cenizas que abrían su corazón a todo aquel que quisiera que fuese suyo. Cenizas que sonreían más, que la misma escritora. Polvo aún caliente sobre manos siempre frías. Lágrimas habrían caído por pálidas mejillas porcelanosas, y sonrisas habrían aflorado en muchos corazones que ni siquiera están viviendo su propia realidad. Vientos barren sin piedad las amargas palabras que contenían bellos recuerdos, recuerdos perdidos entre gotas perfumadas, letras curvadas y sonrisas apagadas.


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