Confesiones de una lágrima III

Hice que sus sonrisas fueran prisioneras, ahora soy yo quién es libre.

Ayer la memoria la obligó a recordar. Perdió cual lógica quedaba en su cuerpo... y dibujé un camino sobre su colorete. Dibujé un camino sobre sus penas, difuminándolas, haciéndolas ilegibles. Deshice cual camino formé, lo escribí de nuevo en otro idioma. Le recordó, se hizo daño. Recordó las palabras, las imágenes... los sentimientos. 
Y yo, le ayudé. Lucha por guardarme dentro, por secarme y hacerme pegar mi castigo. Pero yo me escurro. Me libero contra esas voces que me gritan basta. Lo empeoro. Decido mojar sus pestañas, ensombrecer sus pupilas con secretos que nunca debí guardar. Con palabras que nadie debió pronunciar nunca. Nunca. 

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