Con cariño; Srta. Madrid.

Entró en plena primavera. Un día cualquiera, uno más. Entró, y contagió su acento a otoño salado en mi vida. Entró, rompió toda la vajilla del salón, colgó una foto en mi corcho. Entró, se sentó en el sofá, dispuesta a quedarse. A no irse nunca. Era plena primavera, cuando piensas que todo sigue siendo la misma piedra con la que tropezar. Cuando tropiezas justo con esa piedra. Pero ella, sin pensárselo, la apartó. Apartó esa piedra para que no me tropezase más, para que no llorase esa noche como las anteriores. Abrió las ventanas. Las abrió y el aire puro, lo hizo todo más bonito. Cada noche sin dormir, cada amanecer. Cada vez que intentamos fotografiar algo sin tener mucho futuro. Cada vez que dijimos: no, esos kilómetros no son nada. Cada vez que obligadas, prometimos algo. Entró en mi vida en plena primavera. Cuando los pájaros te despiertan y el suelo está cubierto de florecillas blancas. Entró, y dibujó en cada pared, una sonrisa. La más bonita, a blanco y negro. La suya, la que imagino. Entró, y sin decir nada, se coló aún más dentro. Y cada día, un poco más. Se convirtió en la mitad de la chica de ayer, esa que nunca comete fallos, que da sin recibir, que recibe sin dar nada a cambio. Se convirtió en mi sonrisa aquel verano, cuando nada iba bien, cuando el silencio se volvía cada vez más amargo. Y luego, nada. Luego vino el jodido invierno y nos voló. Nos devolvió a cada una a nuestra vida, sin avisar, sin preguntar acaso. Un 'hasta el próximo verano', que ninguna queríamos oír. De nuevo vuelve otra vez el invierno, y yo no quiero volver a repetir, a perder momentáneamente. Porque aunque exista distancia, hay hermanas que nunca debieron ser separadas. 
Va un año, más los millones de estos que nos quedan.
Te quiero. Como siempre. Como nunca.

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