Desde la última planta de tu edificio.

Toda la ciudad me mira expectante, y yo, fumo todos los San Valentines que pudimos pasar juntos. Todos los martes 13 que pudimos casarnos, todos los viernes de película de miedo. Tus sonrisas, las marcas de tus muñecas y el roce de nuestro cuerpo. Todos aquellos vasos de alcohol barato compartidos, los hielos en tu espalda y los labios de otro en tu cuello. Toda la ciudad me mira expectante, con sus luces y las mías, y tú eres feliz rodeada de cuatro paredes y una cama compartida.

Tu ruido continental desde el fondo de garganta, para que te dejen dormir, solo con tu ropa interior, con una talla de menos. Con varias copas vacías de más. Tu movimiento descontrolado al dormir, al retarte con quién te hace ronronear. Con tu pelo y tus aires neuróticos de ser alguien mejor. 

Tengo las mejores vistas de todas estas calles. Desde la última planta de tu edificio. Todos los coches, los amores con insomnio recorriendo sus pérdidas, sus lágrimas de Sábado y sus odios de Febrero.

Porque Febrero nunca fue un buen mes, porque Febrero esconde demasiado para ser tan poco. Todos esas luces rojas que corren entre las amarillas y se esconden en las esquinas buscando un amor para la noche. Para encontrar ese calor de verano en invierno. Para encontrar ese sudor que su mitad se llevó sin poner un precio. Un amor de una noche para olvidar, cuando el olvido no existe. 

Última calada, último recuerdo de tu peso en mi espalda. De tus manos en mi pecho y tu voz en mi nuca. Último cigarro que hable de nosotros, del poco romanticismo de cuatro golpes y una caída con olor a quemarropa. Última vez que apareces en mi vida, en mis insomnios.

(Ojalá.)

Por si a alguien le interesa, María y yo, hemos empezado a escribir una historia. Es Distancia de Seguridad y apenas hay un par de capítulos, pero supongo que que os paséis y le echéis un vistazo, no os roba demasiado tiempo. Gracias, os paséis o no.