Necesidades.

Esa sensación de que te arde el pecho. De que quieres correr por todas las calles de Madrid hasta perder el norte, hasta perderte. De dejar de respirar y sentir que el mundo te acorrala en una esquina sucia, llena de amores baratos. Llena de candados que sellan un amor falso, con nombres, números y fechas absurdas que nunca serán estudiadas, nunca serán historia. Como tus recuerdos, mis cafés de madrugada. Tus lágrimas, mis tardes perdidas creyendo en nosotros. Y tú en vosotros. Yo perdiendo el tiempo, y tú los labios. Demasiadas promesas quemadas que fueron humo. Se nos rompieron las promesas. Se nos rompieron las sonrisas. Las almohadas no consolaban, las canciones no definían. Y tú seguías sintiendo tu pecho arder, las ganas de correr hasta caer al suelo sin aliento, sin vida. Esa necesidad de arrancarte las entrañas, el nudo en la garganta; y llorar. De una vez por todas; por todas aquellas veces. 

Hoy vuelve a llover, sin ti. Y nadie se imagina cuanto duele. Que la lluvia era especial, como las carreteras, las latas de cerveza y las medias de rejilla. Como cuando el reloj marcaba las 04:37, y pedíamos un deseo, siempre el mismo. Siempre encontrarnos a mitad de camino. Nunca olvidarnos. Y míralos como vuelan lejos las promesas, los deseos. Se van, para no volver. 

Y ojalá tú hagas lo mismo.