En tu séptima vez.

A las cuatro y cuarto en Pacífico, Pat.
Y allí, en la mitad de aquel vagón, ¿sabes lo que pensé? 'Corre, Estela, ¿no echas de menos ser feliz? ¡Corre!' Pero ya ves... me quedé quieta, agaché la cabeza y sonreí. Un maldito mes y estabas aquí, otra vez. Dejando atrás medio país. Solo por mí. Y yo quejándome de lo lejos que pillaba tu casa...

Nunca me gustó Madrid. Pero ayer me pareció bonita.
Como si tuviera luz propia, como si me susurrara que este es nuestro lugar.
Solo nuestro.
Como si oliera a mandarinas, ¿no? O a Clementine.
Como si la ciudad tuviera alma solo por un día.
Creo que empezaron a gustarme las calles. Y las cuestas.
Y las estaciones de metro. Y llegar tarde. Y la estúpida vocecilla;
'Próxima estación: [...], correspondencia con: Cercanías Renfe.'

Odié cada maldito segundo en el que tu respiración chocaba con la mía.
Que tus labios y los míos se rozaran al hablar. Te prometo que te odié.
Odié las seis veces que aquello fue agradable. Odié rendirme a la séptima.
Odié pensar que veinticuatro horas después, no estarías.
Y ya no estás.

Hiciste arder Siberia, Madrid, tu calle y la mía.
Me miraste como si yo pudiera salvarte. ¿Y sabes?
Me encantaría hacerlo.
Cogerte de la mano y salir corriendo. Salir de esa estación,
cruzar las cuatro calles, y subir al Segundo. Y no llamar al timbre.
Entrar a la cocina y comernos la magia en un bol de cristal.
Dibujar un corazón en la mano y bajar las persianas;
'esto no es una despedida, eh'.

3 comentarios :

  1. Hola. Tan especial como siempre. Me encanta visitarte y leerte! Un abrazo.

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  2. Hola Estela,pásate por mi blog cuándo puedas,en él te espera un premio (nuncahevistonadacomotusojos.blogspot.com.es)
    Un beso:)

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  3. Me sigue sin sonar de nada.


    (Sonríe)

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