La poesía es como todas.


Ya no quedan luciérnagas soñando con apagarse
porque todas se han enamorado alguna vez,
y han perdido tanta, tanta luz,
que ahora las mariposas al verte
sienten luciérnagas parpadeando en su estómago.

Crearé el amor el día que él me crea a mí,
y me deje colgarme entre los dedos de sus manos
para caerme de boca contra la suya
y crear una lengua nueva.

Todavía no me he deshojado a mí misma
para ver si me quiero mejor sola o contigo,
únicamente por ver si el viento me arranca la ropa
y tú vienes corriendo a abrazarme para que no vuelva el invierno.

Lo que aún no ha hecho la poesía contigo
es atraparte la cara entre sus piernas;
para que seas el segundo en hacerla gritar
y pueda escribir poemas sobre sí misma en tercera persona.

 Quizás a ella también le gusten
los límites, las faldas cortas y tus labios,
que le guste pasear desnuda entre las flores
de aquel estudiante de botánica,
pero, aunque sepa de la animadversión, es como todas:
a la mañana siguiente se irá,
y tú no sabrás cómo volver.

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