Magia.

Queridísimo P:

Me acuerdo cuando me mordías la nariz para despertarme. Y yo sonreía, y me giraba para seguir durmiendo. O cuando dormíamos en el sofá y se volcaban sobre este las últimas palomitas del bol. Las que no nos comíamos porque estaban consideradas 'magia'. Como las estaciones de tren, los candados o los precipicios. Porque hay precipicios tan bonitos que cualquiera querría caer y morir para contarlo.

También me acuerdo de los besos. Hacías que toda la cocina oliese a mandarinas con sólo parpadear, mojarte los labios y pronunciar mi nombre. O cuando caminabas descalzo y yo sólo quería caminar subida en tus pies. O colgarme de tus hombros. Me hacías ser mandarina. Y lo bonito es que nadie más lo ha conseguido.

O cuando llovía y no se podía distinguir si era más dentro que fuera. O si la inundación nos iba a llegar al cuello o sólo a los tobillos. Me gustaba cuando preferías volver a casa andando para pisar todos los charcos. Para salpicarme con tanta felicidad que Purdy no quisiera escucharnos. Para salpicarme y decirme que qué hace una chica con una sonrisa tan bonita en un lugar como Madrid. Y susurrarte, que la respuesta, es mi ombligo.

Me gustaba cuando me llamabas y no lo cogía para que dejaras un mensaje. Siempre dejabas el mismo. Esa era tu magia. O cuando me apretabas tres veces la mano y yo sabía exactamente qué querías decirme. Esa era nuestra magia.

Me gustaba cuando me mirabas a los ojos 
y yo sentía que me hacía agua.


3 comentarios :